Mientras más vieja me pongo, más madre me vuelvo con ustedes. Me da por preocuparme más, por carajearlas más, y también por consentirlas más y darles más frecuentemente muestras de afecto. Y sobre todo, me pasa más seguido eso de mirar feliz cómo crecen, sentir admiración y echarme un suspirito de orgullo conchudamente adquirido, como si yo hubiera acompañado en el proceso (aun cuando no sea del todo así).
Ya lo comentaba Frankie hace unos días, de que ella nos sentía como sus hermanas. Yo tengo hermanas, pero lo que siento con ustedes es aún más cercano, como usualmente les digo: “tal y como si te hubiera parido”, que es sumamente distinto a lo que siento con mis hermanas. Será que si bien a ellas las quiero mucho, mi rol ahí es el de hermana menor, un tanto ajena a los cambios que ellas fueron teniendo en el camino, por la distancia de edades y por el mismo rol que me tocó tener. Ellas siempre se refieren a mí como la Relajada Matilda, la que se echa a un lado los problemas y vive tranquila, la que aún no conoce o no ha vivido una serie de cosas que la hagan tomar más conciencia, organización o planificación. La que no se frustra. La que anda en su propio rollo, con eso que ha estudiado y en eso en que trabaja (que nadie en mi casa entiende bien de qué se trata).
En cambio con ustedes es distinto. Ustedes me conocen más, de manera más completa y más real, porque han vivido conmigo todas esas cosas que consideramos mediana o grandemente importantes en nuestras vidas.
No pretendo ser su madre… es más, siempre reniego de tener estos arranques que me hacen acordar a mi vieja jaja, pero creo que al haber alcanzado el nivel de conocimiento que tenemos cada una de la otra, y al haber vivido nuestro propio proceso juntas, ha hecho que el sentimiento ahora y al pasar de los años se vuelva algo que excede mis propias expectativas de amor, amistad y de reconocimiento hacia cada una de ustedes.
Me lleno de orgullo cuando:
Veo a Mariana mostrándonos la foto del edificio en construcción, donde será su hermoso futuro hogar, con el hermoso futuro esposo, y no puedo sino emocionarme y decirle lo alucinante que es ver cómo literalmente están poniendo los cimientos a su vida juntos. Escucho lo que me cuenta de su trabajo, sus preocupaciones y los pormenores, y si bien no logro comprender del todo, me encanta escucharla y de paso creo que voy aprendiendo nuevas cosas con ella J
Veo a Frankie ultimando los detalles para su primera y próxima expedición en otro continente, que significa tanto para ella en tantos sentidos, y me emociono con ella pensando todo lo que conocerá y vivirá allá, y me da algo de miedo que su cabeza se enrede a más no poder con su historia inconclusa, y no puedo sino por lo menos ofrecerme en darle mi maleta, que como le acabo de decir “es de color rojo pasión, aunque algo manchaíta ya por los trajines previos… así como tú!!”.
Veo a Rafaela sintiendo la soledad más vívida que nunca, a pesar de que a ella siempre le ha gustado vivir -en cierta medida- en soledad, luchándola con el idioma en un país que detesta, con gente que no la acompaña de verdad. Pero poniéndole ganas y no tirando la toalla para así poder tener una futura herramienta más que la ayude a hacer realidad todos los proyectos que quiere hacer, aquí, en su verdadera tierra, con la gente que siempre la acompañará en todas sus nuevas aventuras.
Veo a Lucía quemándose las hermosas pestañas que tiene chambeando duro, consiguiendo poco a poco ese reconocimiento que tanto se merece y que tanto han tardado en írselo dando… porque ella es hormiguita trabajadora, no roba cámaras, sino trabaja constante y se esfuerza en hacerlo cada día mejor (a pesar de que ella me diga que muchas veces flojea intencionadamente). La veo abriendo su corazón cada día un poco más, y siendo feliz, no como en la historia del príncipe azul, pero feliz terrenalmente hablando que es lo que de verdad importa.
En fin, creo que ha quedado bastante claro que estoy orgullosa de ustedes J y me emociona aun más pensar qué será de nosotras de aquí a unos cuántos años más. Las quiero mal.