lunes, 11 de julio de 2011

Unsent (Parte III - The last one)


Si hace algunos años me hubieran preguntado, de todos los hombres que conocí, si era J el hombre que iba a hacerme la mujer más feliz del mundo, yo siempre hubiera respondido: "No lo creo". Por no decir: “NI CAGANDO”. Y creo que está bien reconocer lo insegura y accidentada que fue nuestra historia, porque contigo he entendido de qué se trata enamorarse realmente.

1. El enganche inicial: un beso que es más que un beso, un revolcón que es más que un revolcón

En colegio jamás conversé contigo. Te veía renegón, medio huevero, y muy parco. Terminó colegio, no sé cómo conseguiste mi msn, y empezamos a bromearnos por el chat. Me hacías reír muchísimo, pero eras muy tosco y hablábamos solo tonterías. De pronto empezamos a hablar de cosas más serias, y me empezaste a caer bien de verdad.

Primera cita: una conversación, un par de tragos, una caída aparatosa de tu silla casi rota, muchas risas y un beso. Un solo beso largo y adolescente, en donde no importó llegar a segunda o tercera base, sino donde el beso en sí mismo colmó nuestra atención e interés por cerca de 2 horas seguidas sin darnos cuenta del tiempo. Un solo beso que no nos separó ni cuando abrías la puerta de tu casa, ni cuando subimos al taxi, ni cuando te despediste de mí en la puerta de mi casa.

Bésandote una locura voy a cometer. Él es tu amor, yo ya lo sé... http://www.youtube.com/watch?v=DSrKaUUPraM

Segunda cita: una conversación, un regalo de tu viaje, y un encuentro no esperado en tu cama. No puedo llamarle “sexo” a secas, porque no lo sentí así. Fue más, no sé cómo llamarlo, pero sentí que fue mi primera vez que LA primera vez se sintió más que sexo en sí. Y eso, que luego los encuentros fueron poniéndose cada vez más brutales, y siempre teñidos con bromas y risas… siempre de los siempres, en el fondo, sentí que no era solo sexo, ni una sola vez.

Ay, tú y tu conchatumadre ponedor jaja


2. Perseverancia: él y los otros. El que me sigue, ¿me consigue?

Año nuevo: cada uno por su lado con sus respectivos y eternos pendientes (en mi caso era K, en tu caso la chata esa que te traía de cabeza desde varios años atrás). Sé que cada uno la pasó bien, en mi caso tal vez con mayores ilusiones, en tu caso creo que solo fue un cierre que querías tener, y no sé si solo de manera racional o si ya existían sentimientos hacia mí, pero me elegiste a mí en vez de ella. Yo no pude decir lo mismo. Yo, entre K que me había dejado en las nubes, y entre D que me pedía regresar con él. Tú, escuchando estas historias y a pesar de ese contexto tan incierto, me dedicabas canciones y no te desprendías de mi por nada del mundo. Regresó K, y tuve que pedirte alejarnos. Lloré toda esa noche contigo, lloré como Magdalena, y tonta yo ahora en perspectiva me pregunto: ¿cómo no te diste cuenta el por qué de todas esas millones de lágrimas? Obvio: en el fondo no te quería dejar ir. Pero así y todo, dejé que te vayas.

En todo ese tiempo que no sabía nada de K, tú siempre estuviste pendiente de mí. No me dejaste ir en realidad, pero tampoco me presionaste. Eras el perfecto calientabancas, a pesar de lo terrible que sonara eso. Pero así te sentía. Pensaba ¿qué onda contigo, si te he choteado y todo, pero sigues aquí esperándome? Tal vez tú fuiste más inteligente y sabías que volvería, no por nada se llora tanto cuando te despides de alguien. Y así fue, regresé a ti. No del todo convencida, pero regresé.

La primera canción que me dedicaste. SImple, bonita y perfecta. Será nuestro primer baile cuando nos casemos.


3. Conocerse: él y sus maneras/yo y mis expectativas. ¿Valdrá la pena?

Mechas, discusiones, malos entendidos. Tu por no hablar bien, yo por hablar de más. Tu a veces simplista y práctico, yo compleja y abstracta por otros tantos. Yo esperando que me mandes a la mierda cuando me pasaba de excesos, tu aturdidamente apacible a mi entender.

Aparte de eso, conocimos toda nuestra vida e historias con todos los detalles y reveses, esos que muchas personas dicen que es mejor no dar a conocer así por completo a tu pareja. Has sido el único hombre que ha conocido ab-so-lu-ta-men-te todas mis historias previas con todos los hombres que alguna vez significaron algo para mí. Te conté de todos mis unsents anteriores (parte I y II, de pé a pá). Y a pesar de ello, eres también el único que ha tenido la actitud más comprensible y tolerante con todos ellos. Comprensible porque sabes que la mayoría de ellos forman parte de mi grupo más cercano de amigos, y que seguiremos parando con ellos hasta el final de los tiempos. Tolerante porque a pesar de todo lo que pasé con ellos, las cosas buenas o malas que me hicieron, sabes que no fueron en tu tiempo y no deben de hacerte mala sangre a estas alturas de nuestra relación. Del mismo modo, conocí todas tus historias con tus mujeres que también, en su gran mayoría, siguen relativamente cercanas a ti y es algo que tuve que aprender a sobrellevar también. Porque por naturaleza nosotras las mujeres somos mucho más neuróticas que uds.

Ya con toda esta información, sobre lo que tú eras, sobre lo que yo soy, teníamos que decidir: ¿estamos apostando por nosotros de verdad?, ¿las cosas bonitas superan con creces las cosas no tan bonitas que nos pasan juntos?, ¿puedo realmente confiar en ti?

Quererte es no entenderte, y que te siga queriendo


4. Consensos: somos distintos, no es el fin del mundo. Sí valió la pena.

Poco a poco me fui dando cuenta de que, si bien las formas eran distintas entre nosotros, el contenido de fondo era el mismo. Siempre quisimos lo mismo del otro, solo que nos dejábamos enredar en nuestras diferencias. Me dijiste Te amo por primera vez, luego de 2 años juntos, a media noche a los pies de un laguito. Y fue la primera vez que dije Te amo con total convencimiento. No por cumplir, no por seguir el protocolo, sino porque de verdad lo sentí así, luego de todo lo que tuvimos que pasar para llegar a ese momento.

De ahí en adelante, fuimos tratando de llegar a acuerdos que nos permitan ir avanzando en nuestra manera de hacer las cosas, hay veces que uno es el que tiene que ceder, y otras veces es el otro. Esto de construir una relación se constituye en estos pequeños acuerdos que mayormente se van dando sin que una se dé cuenta de manera consciente. Y no es que una relación sean meros tomas y dacas, pero qué importante es llegar a ese punto subliminal en donde separas las diferencias tontas de las diferencias de fondo. Y te abstraes un ratito, y regresas a él para solucionarlo. Ojo que no es sencillo ponerlo en práctica, pero creo yo es el kit para hacer que una relación avance de verdad.

Creo que es ahí recién cuando yo empecé a valorar todo lo que tú has sido para mí en este tiempo juntos. Y al darme cuenta de esto, me vi a mí misma y reconocí que si imagino un futuro sin ti, nada de lo que haga ya tendría mucho sentido. Me di cuenta que no me resultaba posible concebirme a mi misma sin tenerte a ti como referente. Suena dependiente, suena estúpido, pos sí. Pero es la realidad. Y ya no me asustaba aceptarlo.

Antes de mí, tú no eras tú. Antes de tí, yo no era yo.


5. Entregarte: darte en bandeja, completa, sin miedos y sin peros que te detengan.

Y luego de toooodo este largo proceso, es donde el amor, ese amor melcochoso, rosado, con olor a florecitas llegó a mí. Recién aquí pude empezar a vivir mi luna de miel, mis ganas de no desprenderme jamás de ti, de no cansarme ni aburrirme en decirte cada minuto que te amo. Obvio que seguimos peleando, discutiremos cuando amerite el caso, y habrá días donde nos saquemos de quicio el uno al otro. Pero todo estará bien. Lo conversaremos, y trataremos de corregir nuestros errores como lo hemos venido haciendo en estos cuatro años juntos.

Me haces feliz. Yo te hago feliz. Eso es lo que realmente importa. Ojala el tiempo nos siga dando la razón y nos reafirme siempre que estuvo buena la decisión de hacer nuestra vida juntos. Que vengan las nuevas experiencias juntos, más viajes, la convivencia de a de veras, nuestros bebés hermosos y nuestras tardes de sábado abrazados. Que vengan más discusiones, más besos antes de dormir, más payasadas y ataques de risa juntos con nuestras carcajadas tan alharacosas que tenemos. Que venga todo lo bueno y todo lo malo a la vez. Ya no tengo nadita de miedo porque sé que al final, pase lo que pase, siempre estarás conmigo. Díganme ilusa, pero pocas veces tengo la certeza de afirmar cosas. Y créanme que esto ya me quedo súper clarito: él sí es el hombre de mi vida. Él ES!

Caminando hace unos días, viendo a unos chicos haciendo estupideces en la calle:

Tú: “Idiotas. Se van a morir solos”

Yo: “Y tú, ¿te vas a morir conmigo?”

Tú: “Sí”

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