domingo, 4 de agosto de 2013

MI MAMÁ (y yo)

Hace mucho que quería escribir sobre mi madre, no sólo porque me nace, sino porque es justo, porque aunque sea una parte de la historia de esta mujer tiene que constar en algún lado además de en mi corazón, porque siento que la conozco, que la veo como nadie más en el mundo.

S, mi madre, fue la cuarta y última de cuatro hermanos, dos mujeres y un varón antes que ella. Su madre, Paula, trujillana de nacimiento y la mejor de las cocineras, fue una mujer que sufrío, tuvo tres esposos y todos la hicieron sufrir, el primero un “hijo de familia” sin oficio ni beneficio del que se separó estando embarazada, el otro era un abusador y el tercero un alcohólico, todos la hicieron sufrir pero el último, de un modo extraño, también le dio felicidad por muchos años, supongo que por eso lo quería tanto, este último, mi abuelo. Paula, con su oficio de cocinera y trabajando en un kiosko de periódicos, apoyó económicamente a los tres hermanos de mi madre para conseguir aquello a lo que quisieron dedicarse, una cosmetóloga, una costurera y un administrador que un día fue profesor de universidad al que el orgullo lo volvió (no exagero) un poco loco. Cuando mi madre se hizo mayor, mi abuela enferma, por mucho que quiso, no pudo seguir ayudando, así que todo cuanto consiguió mi madre fue producto de su esfuerzo propio.

Mi abuela murió teniendo diabetes, que le provocó insuficiencia renal y que la dejó sin vista cuando yo tenía 6 años. Cuando ella estaba en el hospital y yo tenía unos dos años, mi mamá me enseñó a quedarme calladita cuando me metían en un bolsón tapado con pañales para entrar caleta. Mi madre dice que mi abuela lloraba porque la ceguera no iba a dejar que me viera, y que era feliz cuando yo me subía a su cama y me le trepaba encima, aunque ese cariño le doliera a causa de su artritis…ella estaba curtida en el dolor y no le importaba. Me apena recordar tan poco y no haber podido tener más tiempo con ella.

La madre de mi abuela, Santos, tenía cuatro hijos. Ninguno de ellos se podía/quería hacer cargo de ella cuando envejeció, con demencia senil que la hacía hacer cosas raras, desde cagarse en el sofá hasta pelearse conmigo por los dulces; nadie se hizo cargo de ella con gusto excepto Paula… y como Paula cayó enferma, mi madre cuidó también de ella. Y cuando a la hermana de mi abuela le tocó cuidar de Santos, la llevó a un asilo diciendo que era una viejecita abandonada. Recuerdo ir con mi mamá al asilo los fines de semana, llevando dulces para mi bisabuela y para las otras viejecitas, recuerdo el timbre de su voz y la forma en que nos presentábamos cada fin de semana con ella, contándole que éramos su nieta y bisnieta. Recuerdo a las monjas con collarines blancos de plástico y el olor a ropa guardada y a ancianos.

El padre de mi madre, Eduardo, mi “papito Lalo” era carpintero de buques y aunque nunca terminó la primaria, le iba muy bien con su oficio y adoraba a mi madre y a los hermanos de mi madre y los trataba por igual y todos lo llamaban “papá”. Él tuvo un padre muy riguroso y creo que también sufrió. Recuerdo cuando venía alcoholizado y que ahí también me quedaba calladita para hacer como que no estábamos en nuestra casita de adobe, cuya puerta contraplacada rompió más de una vez, y arregló las mañanas siguientes cuando estaba “bueno y sano”. “Bueno y sano” era una expresión bastante usada en la casa. Mi papito Lalo, cuando estaba bueno y sano, era el mejor. Yo no sé qué cosa me diría mi madre sobre la conducta de mi abuelo, pero nunca me dio miedo. Me llevaba a cobrar la jubilación con él y siempre me daba 10 soles, y comprábamos trigo atómico, azúcar, arroz, aceite y luego, con el dinero que sobraba se iba a beber. Me llevaba a escondidas a comer cebiche, que no debía comer por mi asma, y también me llevó al estadio y comimos pan con pescado. Y tenía a Oso, un perro chusco y negro y lindo que lo acompañaba siempre en sus jornadas de alcohol, de principio a fin, como sabiendo que iba a necesitar que lo cuiden, y al cual yo podía acariciar sin que me enseñe los dientes mientras comía. Mi abuelo murió de cirrosis un 15 de diciembre en un hospital del seguro, y no lloré sino hasta el tercer día luego de su entierro. Mi abuelo que me hizo tan feliz en sus últimos años, cuando no bebía, y cuando mi madre decía que había “recuperado al papá que tuvo de niña”.

Mi mamá me enseñó a hacer un montón de cosas, a tejer con palitos y a crochet, a lavar la ropa a mano y bonito, y a no echar lejía porque la ropa se ponía amarilla. Mi mamá ponía las zapatillas de colegio al lado del foco que colgaba sobre una repisita en la cocina, ahí donde también dejaba la mantequilla porque no teníamos refri, y ahí iban casi siempre a secar las zapatillas porque casi siempre las lavaba a última hora… ahora que me doy cuenta, ha de haber sido porque nunca tenía tiempo. Se levantaba en la madrugada y en la época del “toque de queda” (esta es otra palabra vieja de la que casi nadie se acuerda, pero yo nunca me olvido), mi mamá se iba en moto al centro de acopio de periódicos y cargaba fardos de periódicos sobre la moto para llevarlos a los kioskos, esa es una de las cosas que creo que le generó una hernia en la columna… y luego volvía, me alistaba para el nido o colegio, y volvía a trabajar en ese kiosko donde a veces me llevaba los fines de semana cuando era chica, y donde me acurrucaba y tomaba desayuno. Hubo una época en que cocinaba y daba pensión para unas quince personas en un mercadito informal que todos los días se montaba y desmontaba en la pista de mi cuadra. Y claro, al mismo tiempo cuidaba de mi abuela diabética y casi ciega y lidiaba con mi abuelo, a veces “bueno y sano” y a veces no y también con mi bisabuela. Y hacía todo esto y a veces viajábamos a Tacna o Arica y compraba mercadería que contrabandeábamos para vender en Lima, y otra vez me quedaba yo calladita mientras mi mamá me vestía con tres ropas de baño y encima un buzo térmico porque seguramente no tendría más espacio en la maleta, y siempre me traía dulces y útiles en cada viaje, incluso para mi medio hermano al que veía una vez al año como mucho.

Mi medio hermano era una figura rara en mi vida hasta que crecí, hasta que indagué y comprendí mejor la historia. cuando mi mamá conoció a mi papá, ambos eran universitarios, ambos trabajadores, ambos con una historia familiar compleja, se enamoraron y mi mamá quedó embarazada. También pelearon, y mi mamá terminó con mi papá aunque estaba enamorada y aunque quería volver un día con él, pensó que era necesario que sufriera un poco, que aprendiera la lección. Y un día, en uno de esos periódicos que había en el kiosko, vio que mi papá, que hacía taxi por las noches, había muerto luego de un asalto extraño. Y fue recién luego de la muerte de mi padre que se enteró que él tenía otro hijo de un año, igual que yo. Cuánto sufrimiento has tolerado mamá, cuántos ovarios y cuántos huevos.

Y luego de todo ese dolor, de todo ese esfuerzo, siguió remando. Me pagó la universidad donde me hice abogada y hasta el día de hoy sigue siendo la persona que da los mejores consejos de vida. Ella se ganó sola todo y creo que por eso se emociona tanto cuando la invito a un viaje, o cuando le compro algo que necesita, no por lo que económicamente significa, sino porque para ella, que siempre ha cuidado de todos, es conmovedor que alguien cuide de ella con gusto.

Perdona por contar todas estas cosas, pero nada de lo que has vivido es para avergonzarse mamá, nada. Tu historia ha sido dura, es tuya y tú has sido más grande que tus problemas.

Te quiero mamá, te quiero con mi corazón, mi alma y mi ser y te voy a querer siempre y quiero que seas feliz y que me veas feliz. Te quiero y daría con gusto un riñón, un ojo, lo que haga falta por ti.

martes, 23 de julio de 2013

Extrañando al viejo

Nuestras mejores fotos :)

Cuando te colocabas el terno por las mañanas para ir a trabajar y pedías que yo te escogiera la corbata que usarías. Y siempre elegía la misma, una marrón con detalles de rombos chiquitos. No sé por qué me gustaba tanto, la veía sobria y elegante.
Cuando me ibas a recoger por las tardes a mis entrenamientos en la videna, y de regreso me llevabas a tomar lonchecito en Don Lucho, para pedirme mi preferido: jugo de fresas con leche.

Cuando íbamos juntos por las noches a estacionar el carro en una playa a unas 6 cuadras de casa. Y de regreso, hacías parecer que la calle no era peligrosa. Tal vez por el olor de jazmines tan lindo que nos cruzaba en varias esquinas, o porque íbamos jugando, como si fuera nuestro gran patio. ¿A quién se le ocurre jugar a las escondidas con su hija de 3 o 4 años entre cuadra y cuadra, en plena calle? ¿y de noche? Eras un loco.

Cuando nos preguntabas los fines de semana en Huaral (como si no supieras la respuesta) qué queríamos almorzar, y todas gritábamos “Al Chifa Diamanteeeee!!!!”. Y me preguntabas (como si no supieras la respuesta, de nuevo) qué quería comer, y te respondía siempre: lenguado al vapor y sopa de pato. Clásico.
Cuando cruzábamos la pista para ir a comprar a ese bazar que ya no existe en Vivanco, y yo te preguntaba por qué daban recibos cuando uno hacía compras. Y algo simple pero bien sustentado me explicaste, como siempre explicabas tus respuestas a mis preguntas.

Cuando fuimos los dos solos a cada una de las casas de mis amiguitos del nido para invitarlos a mi fiesta de cinco años, por las noches, después de tu trabajo. Fuimos en el carro casa por casa, tocabas las puertas mientras yo te esperaba en el carro, saludabas amablemente y les dejabas mi tarjeta de Fresita. Tuvimos que darnos todo ese trámite porque mi cumpleaños era en vacaciones. Tanta chamba tuya para que solo lleguen 2 de los casi 20 niños que habremos invitado (menos mal tenía varios primitos que llenaron la fiesta igual).
Cuando te pedía leerme cuentos por las noches, y cogías alguno de los libros del colegio de mis hermanas, y a partir de un solo dibujo inventabas la historia, como la de la jirafa que vendía chicles.

Cuando llegaste del trabajo con un cajón enorme sellado de D’onofrio,  lo abrimos emocionadas y estaba repleto de galletas y chocolates, y pensé que era el mejor regalo del mundo.
Cuando viniste de comprar pollo, por la noche, y nos contaste todo fresh que te acababan de entrevistar a preguntarte sobre el alza en el precio de los pollos. Y ninguna de nosotras te creía, y te fuiste a bañar cuando pusimos la tele. Y te vimos ahí, comprando pollo, respondiéndole al entrevistador de la manera más cool y pausada tu opinión al respecto.

Cuando tuve que despedirme de ti en el aeropuerto, y había mucha gente, mucha familia, y me sentí culpable porque no pasé contigo los últimos minutos antes de que entraras a la sala de embarque. Porque el chinche de mi primo quería que lo acompañase a ver las tienditas con su papá. Y la sensación extraña al verte despedirnos a lo lejos con tu mano, darte media vuelta e irte.
Cuando Tío nos contaba una y otra vez la historia de la legendaria mecha saliendo de la Discoteca La Miel, e imaginarte saltando sobre el capó de ese Volkswagen (con todo tu look Bruce Lee), cuadrarte pegadito a ese pobre hombre, y súper tranquilo decirle simplemente “Tócame”. Mientras que Tío estaba reventando la cabeza de su amigo contra la puerta, y mientras que el otro Tío estaba haciendo amagues karatekas, tú solo hiciste eso. Obviamente ese pobre hombre, luego de verte saltar por encima de un carro, jamás te tocó.

Cuando regresaste por primera vez a Lima, luego de unos 4 años, y me recogías a la salida del colegio, con esa bendita chompa amarilla (creo que en el fondo me sorprendía verte tan multicolor porque siempre fuiste sobrio y elegante, como tus corbatas), y yo, ya toda una adolescente grandota, cruzaba la pista para abrazarte e ir juntos a casa.
Cuando fuiste a verme bailar en Osaka, y antes de irte de regreso a Hamamatsu, te sentaste conmigo en el lobby de ese hotel, y me contaste con lágrimas pero con rostro controlado (como siempre) que tendría una hermanita. Y que por favor les cuente a mis hermanas cuando regrese a Lima. Y verte ir una vez más, y sentirme más sola que nunca en Japón, a pesar de que en el salón de a lado estaban esperándome todos mis amigos.

Cuando me contabas por teléfono la poca paciencia que le tenías ahora a mi hermanita, porque se estaba convirtiendo en esta adolescente complicada, a veces solitaria o enajenada, muy niña a ratos, y que no sabías cómo hacer con ella para que te preste atención, y me pediste consejo. Y yo, desde una posición supuestamente como psicóloga, te di un par de consejos. Como por ejemplo que no la presiones, pero que nunca dejes de conversar con ella. Y colgar, y que me agarre un llanto incontrolable por sentirme en medio de una de las ironías más grandes de la vida.
Cuando en Japón nos escapábamos un toque a la puerta de la casa, alejándonos de toda la familia no fumadora, para prendernos un pucho en medio del frío, y conversar de paso un rato. Y hablar de cosas triviales y de cosas importantes. Y sentir que siendo los dos únicos con este mal vicio, y siendo los dos únicos que disfrutábamos de conversar así, hubiera sido mostro tener más de esos momentos juntos en nuestras vidas.

Cuando le dijiste a J, sin que él lo hubiese pedido, que le dabas tu aprobación o bendición (no recuerdo bien) para que “me lleve”. Con tu rostro controlado y tus lágrimas a montones, como siempre. Me sentí medio paquete, pero medio hija también. Y fui feliz de que te sientas papá, a pesar de lo chistoso que sonó todo.
Cuando esperaste conmigo en la cola del counter para hacer mi check in, que afortunadamente demoró un montón, y me contaste todo el proceso desde cuando tomaste la decisión de irte a Japón y dejarnos, lo difícil que fue para ti, lo largo y terrible que fueron esas horas en el avión a un futuro que desconocías. Y al escuchar tu historia, desde tu perspectiva, pude ponerme en tu lugar de esa manera creo que por primera vez. Siempre imaginé que así habría sido, pero fue sanador escucharlo con tus propias palabras. Y creo que, aunque duro y con errores, tuviste una decisión muy valiente. Porque buscaste tu felicidad. Y como te dije ahí mismo: A pesar de todo, a pesar de las consecuencias por haber vivido separados, a pesar de la tristeza tuya y mía… si pasar todo eso ha hecho que hoy seas feliz, con la mujer que amas, con tu nueva familia, entonces todo valió la pena.
En uno de esos cassettes que grabábamos cuando yo recién aprendía a hablar, te grabaste a ti mismo cantando esta canción que tanto te gustaba. Volver a escucharla ahora, y prestar atención a la letra, y alucinar que te adelantaste a la época y nos dejaste ese mensaje subliminal en la canción. Tus llamadas esporádicas, a veces escuetas y a veces largas, terminan con el siempre “Chau hija, te quiero mucho”.
 

lunes, 10 de junio de 2013

In your arms ♫

Aquí, de madrugada, tratando de terminar el trabajo pendiente, con la saturación mental a mil.
Tras varios meses de trabajo non stop, sin fines de semana, sin posibilidad de hacer mucho entre semana.
Sin verte a veces días, o verte pero con eventos de familiares/amistades de por medio que no nos permitían apachurrarnos, como bien lo necesitábamos.
En un contexto así, tener noches como la de ayer, es lo único que necesito.

Venir a verme pasada la medianoche, yo renegando por el frío y la lluvia y por salir a esa hora, tu pidiéndome que no me pelee por tonterías. Que lo más importante es estar juntos.
Dejar juntos tu carro en tu casa, esperar que te cambies el terno que te obligan a usar para tu maestría, mostrándome orgulloso que te habías puesto la corbata que te escogí (que juzgaste como metrosexual, pero que te diste cuenta que era muy linda).
Pedir el taxi para regresar juntos a mi casa, porque yo debía descansar en mi cama. Tenía que descansar bien porque tenía que despertar muy temprano hoy para trabajar.
Llegar juntos a mi casa, prender la tele un rato, empezar a ver una de esas series tontas que me gustan, y verte caer de sueño, de cansancio, en mi sillón. Y yo avisarte que ya mejor nos acostemos, y tu, que sabes que me gusta mucho esa serie tonta, me digas que no. Que esperabas ahi, que yo lo termine de ver.
Mirarte tratando de acompañarme en esa ridiculez, y yo apagar las luces, apagar la tele, y llevarte de la mano a mi cuarto.
Verte dormir, mientras yo juego en mi cel. Cel que me regalaste y que me hace pasar mejor las noches cuando estoy sola. Moverme un centímetro para acomodarme en la cama, y tu dormido te das cuenta, y me abrazas más fuerte, y me das un beso en el hombro a ojos cerrados.
Acomodar mi mano con la tuya, como siempre lo hago cuando te duermes primero.


Recordar la canción que te dediqué hace unos días.
Tararear mentalmente ese fondo musical hasta que venga el sueño.
Dormir a tu lado.



Nota: A la mañana siguiente, algo me moviste/hiciste que me hizo reaccionar en automático dormida y mandarte un lapo en medio de la cara, en medio de tu hermosa nariz. Jajaja, lo siento. Cuando ya estoy dormida, soy cero romance.



sábado, 13 de abril de 2013

(Un post pendiente)

Empezaba este post diciendo que probablemente nunca te amé pero creo que sería muy injusta con mi pasado, contigo, conmigo; aunque realmente tengo serias dudas al respecto. Recuerdo cuando te conocí a mis 19, a tus 25, que en ese momento me hacían pensar que era imposible que algo pudiera pasar entre nosotros. Yo venía de querer sin que me quieran y decidí mirarte sin importarme si me devolvías la mirada, sin importarme qué hacías saliendo de la universidad, ni si te iba bien o mal en la vida. Sólo quería distraerme viendo algo "bonito", y tú encajabas perfectamente. Pero no coincidiste con mis planes y decidiste fijarte en mí. Y estuvimos juntos a pesar de las 3 cosas que me dijiste luego de darme nuestro primer beso: que eras muy mayor para mí, que eras muy alto para mí y que, por cierto, como que habías estado saliendo con alguien en los últimos meses. Ja, eras un mongo. Tú me querías, yo te adoraba, y creo que en algún momento fuimos felices, aunque me da pena admitir que hoy ya casi no recuerdo ninguno de nuestros buenos momentos. Tu forma de ser pesaba más que la mía y con los años, con tus problemas y con tus traumas, fuiste amargándote, arrastrándome contigo en el camino, y haciéndome sentir que lo correcto era pelearse con el mundo y aislarse de la gente. Yo sólo tenía 23 años, no podía seguir siendo responsable de un chico que había llegado a los 30. Y, sin darme cuenta me fui cansando... Y aún cuando me creía enamorada me fui desenamorando. Y vuelve mi duda, no sé si te amé porque la verdad es que, por alguna razón, nunca pude responder a alguno de tus "te amo". Sea como sea, lo nuestro terminó definitivamente una noche, con un portazo en mi cara, lágrimas en mis ojos, furia en los tuyos y un contundente "vete a la mierda" de tu parte. Porque ya no eras tú, para mí ya había llegado él. Tú fuiste una cosa alegre en mi vida. El cambio que necesitaba a mis recién cumplidos 24 años. Los detalles, los Princesa, los besos de moza, los libros, mi Bryce. Las frases cursis, las cosas dulces que nunca había tenido y que yo creía no necesitar. Las llamadas nocturnas, las mentiritas para poder pasar las noches fuera de casa, los bailes al son de esa música que normalmente no se baila, mi incursión a mi lado sensualón y mis huevos para hacerme, finalmente, un tatuaje contigo al lado diciéndome que me dolería como mierda (según tú para que me traume y me relaje al sentir que, en realidad, no dolía). Todo lo opuesto a mi relación anterior, algo que me relajaba y me hacía sentir que al fin era yo, sin miedo a nada, sin miedo a sentir que podía lastimar a alguien si me sentía feliz. Alguien que me hacía sentir como la Tere de Bryce y que convertía a C, irremediablemente, en Manongo: "... Más trascendental que nunca y qué pesado (...) Pero también era bien fregado, sí, bien fregado y aburrido que Manongo regresara todo trascendentalote en pleno verano alegre y sin miedo a nadie". De ti sí estoy segura, sé que a ti sí te amé con toditita mi alma. Pero luego de un año de idas y venidas por errores más míos que tuyos (de lejos más míos que tuyos) y por distanciamientos más tuyos que míos, la ilusión y el amor se fueron consumiendo. Sé que nos queríamos y, de cierta manera, sé que siempre te voy a querer por lo que fuiste en mi vida, pero entiendo que simplemente no éramos el uno para el otro y nunca íbamos a serlo. Yo lo he pensado mucho y estoy segura de que llegaste a mi vida para ser una transición, por eso no podías quedarte a pesar de que ambos lo quisimos muchísimo en distintos momentos, de corazón. Diosito te mandó para que me saques de C, para que yo misma me vuelva a querer y conocer y reconocer, y para que pueda llegar por fin a mi destino, a ese chico que no debe estar en este post porque es un capítulo aparte, el capítulo más importante de mi vida, ese que amo y no tiene un punto final.

miércoles, 13 de marzo de 2013

para que me recuerden, un poquito de mi

Me encanta leerte Matilda! (en relación a tu último post), a las 4 en realidad. Cada una tiene un estilo que para mí es simplemente mágino, you make my day! será porque simplemente escriben con el corazón. Por mi parte, no me gusta lo que escribo, por eso no suelo publicar en el blog. Siento que simplemente vomito las palabras. Creo que debo leer más. Eso admiro de ustedes. Tienen tantas cosas lindas.
Por mi parte siento que me he alejado un güevo, creo que simplemente se fue dando. Culpo en parte a mi mal humor por "la vida" y a la piconería. Debo sacarme el chip de “contesto a todo” que ahora utilizo en la chamba con mis nuevos jefes, al charlar con ustedes. Admito que puedo ser muy mierdosa, prometo controlarlo =)

Hoy por hoy me siento mucho mejor. Aclarando cosas en mi vida. Ya no me mato en la chamba (es decir, teniendo en cuenta que estamos en “campaña” -y con los vencimientos de las declaraciones anuales ahí nomas- no me quedo luego de las 10pm, martes y jueves cierro el kiosko 6.30pm para ir a clases, no vuelvo luego de clases, no trabajo fds, salvo que sea un tema “super urgente”) y mis jefes mi consideran bien y uno de ellos está que me dice que debería pensar en una promoción. Pero para llegar a esto, tuve un roche feo con mi antigua jefa, lo cual me apena mucho. Finalmente ella se terminó peleando conmigo (lo cual es muy común en mi caso). No es la primera vez que me pasa con ella y con otras personas. Creo que en mi caso o me aman o me odia, no hay espacio pa’ medias tintas, jo jo jo.

Ya tengo decidido irme. Por fin actualicé mi CV, ya lo circulé entre algunos amigos, tuve una primera entrevista a la que asistí sólo para dar inicio a la temporada “buscando nueva chamba”. Por el momento, este tema lo tengo en stand by porque, como comenté antes, es una época de mucha chamba, pero en abril retomo este tema con furia!

Por el lado familiar, las cosas andan andando. Mami está trabajando, pero no le pagan =
papi ha conseguido nueva chamba como catedrático jeje, el pequeño de la familia está en las alturas en un telo 5 estrellas y le agrada su nuevo estilo de vida, el del medio se cambió de trabajo y es probable que nos mudemos de casita =O

En lo sentimental, me va muy bien con X =) veo hacia atrás y toooodo lo que pasé hasta este momento y digo: aaaaaaaaaala. En cuanto al futuro, pos no sé. Aprovecharé el feriado largo para hablar con él de ese tema. Siempre soltamos cosas del futuro, pero uno más inmediato, como viajes, maestría en el exterior, actividades extracurriculares juntos, pero eso es para los dos próximos años. Sin embargo, estando a puertas de mis 30 (CSM), es momento de hablar de cómo es la nuez en los próximos 5 años. Él ha soltado algunos temas interesantes. Por mi lado estoy haciendo búsquedas sobre dónde podría congelar mis óvulos. Ya la vi que tendré chibolo por lo menos de acá a 5 años y con la poliquistosis, debo prever =O

En lo personal, estoy retomando “amistad” con mi ex (G), al punto de irme de viaje en grupo con él y X =S en realidad no dije nada cuando le pasaron la voz porque pensé que G diría que no, luego pensé que no conseguiría cupo ya que se animó a última hora, pero en fin.

Hace dos días conversé con G. Él me escribió preguntándome cosas del viaje y salió el tema. Finalmente, le dije que me llegaba tantito aún. Me comentó que pensó que ya no existían rollos métanles entre los dos, bah! No sé si decir que es egocéntrico o egoísta, pero a lo que voy es que él pensaba que como ya no tenía ningún issue conmigo, yo tampoco y todo fresh. En realidad mis queridas mujercitas, debo decir que soy muy picona, pero olvidadiza. Es por eso que, como no lo tengo a G como parte de mi vida, no recuerdo que en realidad me sigue llegando y que nunca “perdoné” su intromisión en mi insipiente relación con su amigo S. Con esto no quiero que se confundan y piensen que aún siento algo por S o que anhelo que en un futuro nuestros caminos se vuelvan a encontrar, NO. Simplemente le llega G por metiche, escandaloso y drama queen. Que piense que yo me sentí mal porque él me dijo “cosas feas”, bah! Me vale madre lo que él piense de mí. Me jodió que me cague el plan. That’s all.

Cambiando de tema, quiero realizar actividad física semanal (volveré a nadar), quiero retomar las visitas a la nutricionista (necesito parámetros por un tiempo, tb es por solidaridad con X que está gordito), leer más seguido, terminar el inglés y llevar cursos de inglés para negocios y luego estudiar otro idioma (chino, portugués o francés), volver a la flauta traversa e incorporarme a la Big Band de mi Alma Mater.

Bueno, sólo quería hacer un comentario al post de Matilda y se terminó convirtiendo en un up date jeje. Me abstraje de todo y, estando en la chamba, me puse a escribirles. Por eso decidí copiarlo una hoja de Word y seguir escribiendo acá.

Bueno lindas mujercitas, las debo dejar. Ya me están llenando el correo pidiéndome cosas y la verdad quiero matar todos mis pendientes de una vez.

Besos!


Lucía 


PD1: hace miles de años que no ingreso a mi cuenta, olvidé cómo postear =$
PD2: necesito uninformático en mi vida. me siento una taba tecnológica!!! =(

martes, 12 de marzo de 2013

Retomando antiguos hábitos

Ya. Mmm. Creo que la práctica de escribir(nos) es casi casi tan importante como cuidar de no perdernos de vista, de juntarnos, de conversar de verdad. Si algo nos ha caracterizado a lo largo de estos años, es que nos encanta el drama, el chamullo/barullo que armamos juntas, problematizar todo, verbalizar un rehuevo, y así.
Y no, no aceptaré que por el paso de los años, de nuestras vidas ajetreadas, de nuestras responsabilidades en casa, nos alejemos de este buen hábito. Motivo por el cual procedo a prenderme un pucho, hacerme un ochacito (Ochá = té en japonés. Osea, tecito pa los entendidos), desabrocharme el sostén (que está que jode hace rato, tipo todo el día), y sentarme aqui, frente a uds.

Nuestra comunicación ha cambiado, como así lo demandan las nuevas tecnologías. Pasamos de los correos enviados a medias paradas en los cubículos esos horrendos de la universidad, a los mensajitos whatsapperos. Cosa que también tiene su encanto ojo, ya que las tengo conmigo más cerca y sé que su respuesta será más pronta. Pero, ineludiblemente, estas nuevas formas de comunicación hacen que nuestros mensajes sean más crípticos, menos elaborados, menos pensados. Y díganme exagerada, alucinada, pero para mí este espacio de comunicación, sea el blog o los largos correos que solíamos compartirnos antes, tienen una cadencia especial, tan bonita y reflexiva, que me ayuda (sí, egoísta me pongo :P) a revitalizarme y a comprenderme. Sé que uds. gustan de esto también, y que las llena como a mí.

No dejemos que muera el amor! Porque uds. y yo tenemos una relación y debemos cuidar de no caer en la terrible "rutina". Asúmanse conmigo y aceptemos nuestras flojeras, nuestras dejadeces, nuestras "naaah... yo sé que las chicas están bien". Nuestras vidas vienen cambiando, y eso hace que nuestra dinámica también cambie. Está bien, lo acepto y me gusta que sea así. Pero hay cosas que no permitiré que cambien, como esto.

Las quiero mucho. Estén donde estén, hagan lo que hagan, decidan lo que decidan. Jamás me cansaré de repetirles que mientras uds. sean felices, yo también lo seré. Y nunca debemos dar por sentado nada, porque nuestras vidas no están compradas, y -a pesar de lo suicida que suene esto- no quiero que la vida me las arrebate sin darme cuenta y que tal vez sea tarde en reiterarles lo mucho que me importan. Así como Mariana que tuvo una pérdida inesperada de un mejor amigo, o así como yo que pude haber perdido a un mejor amigo y dí por sentado que su vida no corrió peligro. O así como Frankie que nos preguntó si lloraríamos si ella muriera, y que no perdamos de vista a su mamá en caso ocurriese (no lo he olvidado).

Nada. Eso era. Que las quiero.