martes, 20 de diciembre de 2011

Orgullo cuasi maternal

Mientras más vieja me pongo, más madre me vuelvo con ustedes. Me da por preocuparme más, por carajearlas más, y también por consentirlas más y darles más frecuentemente muestras de afecto. Y sobre todo, me pasa más seguido eso de mirar feliz cómo crecen, sentir admiración y echarme un suspirito de orgullo conchudamente adquirido, como si yo hubiera acompañado en el proceso (aun cuando no sea del todo así).

Ya lo comentaba Frankie hace unos días, de que ella nos sentía como sus hermanas. Yo tengo hermanas, pero lo que siento con ustedes es aún más cercano, como usualmente les digo: “tal y como si te hubiera parido”, que es sumamente distinto a lo que siento con mis hermanas. Será que si bien a ellas las quiero mucho, mi rol ahí es el de hermana menor, un tanto ajena a los cambios que ellas fueron teniendo en el camino, por la distancia de edades y por el mismo rol que me tocó tener. Ellas siempre se refieren a mí como la Relajada Matilda, la que se echa a un lado los problemas y vive tranquila, la que aún no conoce o no ha vivido una serie de cosas que la hagan tomar más conciencia, organización o planificación. La que no se frustra. La que anda en su propio rollo, con eso que ha estudiado y en eso en que trabaja (que nadie en mi casa entiende bien de qué se trata).

En cambio con ustedes es distinto. Ustedes me conocen más, de manera más completa y más real, porque han vivido conmigo todas esas cosas que consideramos mediana o grandemente importantes en nuestras vidas.

No pretendo ser su madre… es más, siempre reniego de tener estos arranques que me hacen acordar a mi vieja jaja, pero creo que al haber alcanzado el nivel de conocimiento que tenemos cada una de la otra, y al haber vivido nuestro propio proceso juntas, ha hecho que el sentimiento ahora y al pasar de los años se vuelva algo que excede mis propias expectativas de amor, amistad y de reconocimiento hacia cada una de ustedes.

Me lleno de orgullo cuando:

Veo a Mariana mostrándonos la foto del edificio en construcción, donde será su hermoso futuro hogar, con el hermoso futuro esposo, y no puedo sino emocionarme y decirle lo alucinante que es ver cómo literalmente están poniendo los cimientos a su vida juntos. Escucho lo que me cuenta de su trabajo, sus preocupaciones y los pormenores, y si bien no logro comprender del todo, me encanta escucharla y de paso creo que voy aprendiendo nuevas cosas con ella J

Veo a Frankie ultimando los detalles para su primera y próxima expedición en otro continente, que significa tanto para ella en tantos sentidos, y me emociono con ella pensando todo lo que conocerá y vivirá allá, y me da algo de miedo que su cabeza se enrede a más no poder con su historia inconclusa, y no puedo sino por lo menos ofrecerme en darle mi maleta, que como le acabo de decir “es de color rojo pasión, aunque algo manchaíta ya por los trajines previos… así como tú!!”.

Veo a Rafaela sintiendo la soledad más vívida que nunca, a pesar de que a ella siempre le ha gustado vivir -en cierta medida- en soledad, luchándola con el idioma en un país que detesta, con gente que no la acompaña de verdad. Pero poniéndole ganas y no tirando la toalla para así poder tener una futura herramienta más que la ayude a hacer realidad todos los proyectos que quiere hacer, aquí, en su verdadera tierra, con la gente que siempre la acompañará en todas sus nuevas aventuras.

Veo a Lucía quemándose las hermosas pestañas que tiene chambeando duro, consiguiendo poco a poco ese reconocimiento que tanto se merece y que tanto han tardado en írselo dando… porque ella es hormiguita trabajadora, no roba cámaras, sino trabaja constante y se esfuerza en hacerlo cada día mejor (a pesar de que ella me diga que muchas veces flojea intencionadamente). La veo abriendo su corazón cada día un poco más, y siendo feliz, no como en la historia del príncipe azul, pero feliz terrenalmente hablando que es lo que de verdad importa.

En fin, creo que ha quedado bastante claro que estoy orgullosa de ustedes J y me emociona aun más pensar qué será de nosotras de aquí a unos cuántos años más. Las quiero mal.

domingo, 4 de diciembre de 2011

90 días y 500 noches

He dado mil vueltas tratando de averiguar de qué vale la pena escribir sin sobrecargar este post. Familia, mis mujercitas, exes, trabajo, amor, desamor, amor de nuevo, desamor de nuevo, y hay un tema que ustedes, amadas mías, saben que volveré a tocar porque me conocen. Este es otro post para ti, B, porque has sido importante en mi vida y porque, por la puta y lamentable madre, todavía te quiero.

Quien me conoce sabe que soy capaz de dar alma, corazón y vida por amor, antes ni yo misma lo sabía, pero ahora no tengo la menor duda. Te he querido, B, de una forma en que no serás capaz de comprender jamás; te he querido y quería caminar la vida contigo, quería reírme contigo, quería simplemente ser feliz. Me equivoqué mucho y te equivocaste mucho, pero la sabiduría en el amor siempre llega cuando ya no puede aplicarse, siempre se mejora a costa de haberla cagado en el pasado. Sin embargo da igual, porque esa sabiduría podría haberte mantenido cerca a mí, pero nunca hubiera podido lograr que me ames como yo quería, como yo necesitaba que me amaras.

Yo sé que me quisiste y no dudo de que me quisiste mucho, pero no creo (y me cuido de expresarlo con cuidado, como bien me advirtió Matilda) NO CREO que hayas estado enamorado de mí. Estabas muy perdido para estarlo, encontrándote a ti mismo, con mucho miedo de dejar de ser quien eras por amor, pero sin haber descubierto primero quién eras, queriendo ser el romántico soñador y amante incondicional que fuiste con S y a la vez poder cobrar seguridad haciendo de cazador con sus trofeos, como con PS. Yo ya he vivido eso hace varios años y lo entiendo.

No he sido mejor que tú, no me he portado mejor que tú, no he mentido menos que tú, pero yo te he amado, sé que tú sí has tenido la seguridad de eso y eso hace una gran diferencia entre tú y yo. Pareciera que te culpo a ti por no haber podido hacerme feliz, pero sé perfectamente que yo pequé de exceso cuando tú pecaste de omisión. Que si yo era asfixiante, que si muy posesiva, que si muy demandante, que si nunca fui tu novia, o que si nunca me quisiste, eso se queda contigo y conmigo, no con tus amigos ni con los míos, ni con tus hermanas ni con mis chicas.

No sé por qué te quise tanto. Me lo preguntabas y me lo preguntaban y no sabía dar muchas razones, hasta que un día me di cuenta de que eran un conglomerado de idioteces, de detalles, de momentos sin sentido que tenían todo el sentido del mundo, porque en eso consiste amar a alguien, porque siempre habrá alguien más inteligente, alguien más bueno, alguien más divertido, pero son esos detalles los que hacen el amor. Y tú me gustabas por el modo en que me acariciabas el rostro, por cómo me hacías el amor, por tu sonrisa, por tus bromas tontas, por tu capacidad de decisión, por tu interés en el sudoku y el cubo de rubik, por tu poesía, por tus piernas, por tu modo de cuidarme, por cómo querías a tu familia, a tus amigos, por tu búsqueda de la felicidad que tan poco y tanto tenía que ver con el dinero, por tus contradicciones y tus reveses, tan parecidos a los míos.

Gracias a mi pasado, a mi entorno, pero sobre todo a lo vivido contigo, he podido descubrir la naturaleza humana, tan compleja y tan inaccesible al entendimiento a veces. Descubrirla y aceptarla, no necesariamente entenderla.

Y falta poco menos de 3 semanas para el viaje que planeé hace meses, cuando estábamos juntos, y seguramente querré contactarte y verte. No replicaré si no quieres hacerlo, y si accedes, me pondré ropa linda, me arreglaré el pelo, me maquillaré y te contaré a los lugares que pienso ir, te diré que no quiero hablar del pasado y te pediré, citando a Sabina, que no pidas perdón, para qué? si te voy a perdonar porque ya no me importa; te preguntaré por tu madre, por tu padre y por tus hermanas; por el trabajo y los amigos, y te contaré que mi trabajo me gusta, que en casa todos estamos bien y que mis chicas empiezan a hacer sus vidas y que están todas muy felices, y cuando llegue el silencio, dejaré que se apropie de nuestra charla unos segundos y luego hablaremos del clima y de Perú. No te diré que me gusta un chico del trabajo y que si no tuviera novia, seguramente me habría permitido a mí misma olvidarte con él, ni que tengo fe en que hay alguien genial esperando por mí (ni que mis mujercitas dicen que tiene-que ser oriental, jajaaja) ni que sé que ya no piensas en mí y que esta es ya una historia cerrada para ti, ni que me encantaría que quisieras volverme a ver no sé ya si por amor o por mi orgullo, menos aún te diré, que todavía te quiero.