jueves, 2 de febrero de 2017

Cuando me pidieron matrimonio

Y por fin me lo preguntaron. Y dije que sí!

La pregunta fue: ¿Eres feliz?

Pero sí pues, él tenía razón. De hecho él (y yo también) sería más feliz si nos casáramos en estos momentos de nuestras vidas.

He visto miles de formas en que la gente pasa por esto. Todas lindas, de distintas maneras.
Y lo único que yo esperaba[1] era que si la vida me daba la oportunidad de pasar por esa situación, que sea todo lo que tiene que ser: bien mío. Es decir, que la situación fluya de manera natural, bien real… que lo sientas parte de tí. Claro que nunca están de más los diferentes aditivos que puedan darle valor agregado a la situación. Pero que te termine conmoviendo no por esos detalles, sino por esa cuota de realismo. 
Porque soy fiel creyente de que la felicidad, la belleza y todas las cosas buenas de la vida están en lo cotidiano. En esas vainas que antes pensabas que eran “parte de”, que era lo que te topabas en el camino para llegar a algún lugar feliz. No, esas vainas eran las más importantes. Las que hacen que todo gire, que todo avance. Y avanzar, en  sí mismo, es parte de la felicidad.

Por eso cuando pasó, fue todo bien surreal. Porque fue todo eso, fue natural, fue simple, claro y directo. Con el corazón abierto, en medio de nuestra interacción recontra cotidiana.
Pero a la vez, en una locación de ensueño. Literalmente, un sueño. Él y yo solos nadando en medio de tres orillas hermosas, en la isla más bonita que haya visto y tocado y sentido.

Me doy cuenta de que uno de los motivos por los que me enamoré de él y me siga enamorando siempre es eso… ser así de real en todo su ser, en relación conmigo y en relación con la vida en general.
Aprender a lidiar con todo lo real, con toda la magnitud que eso implica, es súper difícil y jode. Pero a la vez, solo así es que los sueños terminan ocurriendo realmente. Solo así, siendo crudamente realista, te das cuenta de que no es descabellado aspirar a cosas, lugares, vivencias que difícil hubiera hecho por mi cuenta, sola. Que sí se puede hacer casi todo lo que tú quieras en esta vida. Que sí se puede avanzar si pierdes miedo y confías.

Si no lo tuviese a él conmigo, esta huevada no la hubiera aprendido tan pronto.






[1] Era un deseo en el fondo de mi ser, porque evidentemente he sido siempre una mujer flexible, adaptable… que no espera mucho en general de la vida por temor a que no terminen ocurriendo O_O

jueves, 19 de noviembre de 2015

La vida de a uno con otro

Hay cosas tontas que una se da cuenta cuando empieza a vivir por su cuenta.
Por ejemplo darte cuenta a esta edad recién la cantidad total de basura que generas en una semana, y empezar a reciclar cuando en tu casa jamás se hacia eso. Los cabellos en total que se te caen porque los ves en cada maldito metro cuadrado del suelo. Y nunca se van. Las bolsas carajo! Las miles de bolsas plasticas que te dan para cualquier cosa y no sabes qué más hacer con ellas. Lo rápido que se pasa una semana. Lo fácil que te engries, para ser tremenda viejonaza te agarra a ratos una regresión jodida de berrinche con pataleta incluida, si estabas demasiado cansada.

Es raro porque empiezas a entender que todo lo que agarres, muevas, digas, pongas o quites, esta 100% bajo tu control y responsabilidad. Y así, tienes que aprender a dejarte de huevadas y convivir en paz. Aprender a respetar los ritmos, las formas, los rituales del otro. Los que ya sabias que existian, pero que ahora viven 24/7 contigo.

A la vez, aprendes nuevas formas de comunicación. Gruñidos de desaprobación, idiomas raros sin sentido pero con todo el sentido del mundo (pipa pupi). Una mano en tu cintura o en tu nalga al dormir y sentir harta paz y calma, como si fuera un abrazo. Signos de equidad espontáneos que te reconfortan, como ver los platos lavados, desayunos listos. Un dia tu, el otro dia él.

Qué suerte pasar todo esto con tu mejor amigo. Creo que más allá del amor que empieza a dimensionarse distinto, lo que más he sentido en estos casi cinco meses, es que la paso de puta madre con él. Vivir con alguien es fácil si son los mejores juntos. Si realmente se cagan de risa juntos. Creo que en eso se resume todo: las risas al final de cada día hacen que todo haya valido la pena.

martes, 9 de junio de 2015

A go ta da

Y así se me pasan los días. Y las noches. Y los días.

Qué terrible es empezar un día pensando que ya quieres que termine.
Qué desgaste de vida es esta en la que me metí, en la que cada día siento más claramente que me estoy autometiendocabe.

Cómo encontrarle sentido a esto que empujas que sabes que no tiene mucho sentido. Que eres una minihormiga en medio de una jungla de flora y fauna en extremo exótica y diversa. Y ahi tas, tan hormiga.
Como esa hormiga tela que está saliendo en las redes, que bebe una mini gota de vodka, y se va a la mierda. Por lo débil y minúscula que es. Igual que tú.

Y tienes que hacer oficios, en términos formalones aburridones. Y perseguir gente. Y perseguirte a ti misma.
Y anotarte post its o anotarlo en tu cuaderno psicopático, que alucinas que te ayuda pero que está igual o peor de disperso que tu mente.

Respiras, asi como te enseño tu mamá. Sostienes el aire dentro, y tratas de irlo soltando lento. Poco a poco. Despacio. Tratas de que no se te escape esa lagrimita cojuda, que es cojuda porque no tiene ningun sentido aparente. Se llora por otras cosas, no por respirar.

Escribes. Y recuerdas cuántas veces atrás te agotaste. Recuerdas también que si no te fajas en tu agotadera, tu mamá no la hace. Porque ninguna de tus hermanas está trabajando. Y lo peor de todo, es que las comprendes. Por lo menos a una, jajaa

Tratas de pensar en cuánta gente en el mundo se agota todos los días, igual que tu, y en peores términos o condiciones. Te da lástima que la vida se nos pase asi, y te prometes a ti misma no soportar por mucho tiempo más esta sensación.
Porque no quisiera que el fin de los tiempos me coja así, desalentada y aburrida. Qué desperdicio.

Duérmete, que tienes que trabajar en un par de horas. Y respira.