jueves, 4 de octubre de 2012

Sacando cuentas

(Y eso que yo soy la peor de las cinco con esto de las cuentas…YLS!)

Hace 11 años las conozco.
En 1 mes se nos casa una.
En 1 año tal vez regrese una.
Hace 5 años estoy con él.
Hace 3 años en realidad lo quiero bien, pero contamos los 2 años previos igual.
Tengo 5 años más para intentar tener un 1er hijo(a), si acaso mi poliquistosis me lo permite.
Hace 4 meses me di cuenta que, por 1ra vez, no me alcanza el sueldo.
Hace 2 meses ella empezó terapia.
Han pasado 62 años para que intente aprender a reflexionar, a debatir, a cuestionar si ha sido/es feliz, a no personalizar ni generalizar cualquier afirmación (tal como le dijo la terapeuta).
Hace 2 años me dicen “señora” sistemáticamente todos(as) en las calles, tiendas o lugares públicos.
Me faltan como unos 1000 soles más al mes para vivir en paz (no holgadamente, sino en paz).
Me faltan como unos 3000 soles más al mes para vivir en paz + empezar mi nueva familia.
Hace 20 años me di cuenta que escribir es terapéutico.
Hace 21 años él se fue.
Dentro de 3 meses lo veré de nuevo y conoceré por 1ra vez a 2 hermanas.
Hace 7 años ella me abrazó, lloramos y me dijo justo antes de ir por su avión el consejo más consejo de todos los que he recibido como hermana: Haz las cosas bien. No la cagues como yo.
Dentro de 3 meses la veré de nuevo y conoceré por 1ra vez al 1er descendiente hombre en mi familia.
Hace 3 meses sentí la peor de las culpas que he podido sentir en toda mi vida.
Dentro de 1 mes toda esa culpa se terminará de disipar cuando nazca nuestra 1ra sobrina, y aprenderemos a ser mamá a través de ella.
Tengo 5 meses máximo para terminar por fin mi tesis de licenciatura.
En unos probables 9 meses iniciaré algún post grado, sea un cursete o una maestría. Lo que permita el bolsillo.

Qué cagada es sacar cuentas. Por eso inconscientemente debo de meterme cabe cuando intento calcular algo. Como mecanismo de negación/evitación, de hecho.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Espejito espejito mágico...

Hace nueve meses que vivo fuera del Perú. Hacer el doctorado ha resultado bastante más difícil de lo que me imaginé, los gringos y su obsesión metodológica me vuelven loca, sobre todo considerando que mis métodos y mis maneras de hacer y sobre todo de deshacer, nunca han sido las más ortodoxas. Pero lo más difícil no han sido las clases, ciertamente he sufrido con el inglés y la estadística, los gringos y su ingenuidad sobre el development and politics, y su optimismo embrutecedor traducido en "let's hold our hands together and hope for the best". No me malinterpreten yo también quiero la Paz mundial al estilo Sandra Bullock pero es que no puedo con el optimismo yanqui, me supera!

Sin embargo eso no ha sido lo más difícil de mi NUEVA VIDA acá! Lo más difícil ha sido encontrarme sola, sin saber quién soy, sin tener un espejo que me devuelva una imagen más o menos decente de mi misma, la que fuera, no importa. Pero a pesar de la pena y la soledad experimentada me di cuenta de lo importante que es estar en una situación así, ¿por qué dependemos tanto del espejo para saber quiénes somos? ¿Somos lo que hacemos? ¿somos lo que pensamos? ¿Somos las personas a quienes amamos?

En el Perú pues yo tenía un espejo muy conveniente y para nada imparcial, la imagen de mi era estupenda, porque venía de mis amigos, mis colegas y mi familia y exceptuando lo que mi mamá piensa de mi vida, me encantaba esa imagen mía, era feliz! No he tenido aquel espejo acá, más bien tengo un vidrio roto y bien hijoeputa que se encarga de decirme: eres un ser despreciable, prejuiciosa de mierda, amargada y NO HABLAS INGLÉS! Claro que todo eso me lo decía el vidrio mientras yo me encontraba cantando sola en mi departamento, con una botella de vino en la mano y sin copas: "soy infeliz... porque sé que no me amas para qué más insistir, etc." seguido por paloma negra y algún tango miserable, sí pues no podemos culpar tanto al pinche vidrio, yo también ayudé bastante. No he encontrado un espejo más halagüeño todavía, y evidentemente aun no consigo sentirme feliz con la imagen que veo en el vidriecito gringo que si le pregunto: me odia? Solo responde YES!; pero sí ha mejorado un poquin la cosa en los últimos meses, ya me reconozco tantito y estoy trabajando en hacer un espejo que me prometa cosas más favorables, el tema es que no la tengo fácil, es una tarea larga, pero una vez que ha sido identificado el objetivo, el cielo es el límite!

RAFAELA
(Publicado desde la cuenta de Matilda)

Los amigos no siempre serán amigos

Si bien la amistad constituída con mis mujercitas ha sido -sin temor a equivocarme- una construcción intencional en el tiempo, también tengo de esas amistades que he ido construyendo casi casi porque así lo mandó la vida. Mejor dicho, porque dado el contexto (un colegio predeterminado, con un mismo grupo de pares pululando alrededor a lo largo de 12 años), no quedaba de otra que seleccionar con quiénes te sentías mejor, o con quiénes te identificabas tantito más que con el resto. Y así se establecieron mis primeros lazos de amistad, a mis pequeñísimos 5 años de edad.

Con ella sí fue una decisión. Primer día de clases en Kinder, la sentaron a mi lado, terminamos conversando un rato, compartiendo la tarea que había que hacer, hasta que al final de la jornada ella me la planteó de frente: “¿Quieres ser mi amiga?”. Y yo, que no tenía idea en ese momento del tamaño lazo que estábamos a punto de forjar por el resto de nuestras vidas, respondí con un simple y sencillo “Ya!”.

Con los otros dos fue distinto. Empezó, como todo en esta vida, como jugando! Juegos en la entrada a clases, en el recreo, en la salida, esperando a nuestros hermanos de secundaria. Sin embargo, haciendo memoria tengo recuerdos más cercanos con G de pequeños que con S. Por ejemplo, G fue el primero en mi vida en ponerme una chapa (cabeza de casco), que por cierto yo tomé como siempre tomé las jodas hacia mí misma desde enana: con risa y full relajo. Nos recuerdo juntos compartiendo carpeta, haciendo bromas sobre una Hello Kitty que yo tenía, y yo me cagaba de la risa de las cosas que él me decía. En cambio, con S no tengo ese tipo de recuerdos sino hasta recién en 3ro de primaria aprox. Y no me hacía reir tanto, ahí la dinámica era más escucharlo… hablaba mucho. Y yo, en calidad siempre de oyente primero, nunca lo ví mal! él hablaba, yo lo escuchaba y daba mi opinión. En cambio con G la comunicación, aunque no era abundante, era equitativa y justa. Yo escuchaba y hablaba en casi la misma proporción en la que él también lo hacía (a pesar de que él me diga lo contrario).

Cosas de la vida, llega la pubertad, G y yo nos alejamos, y me volví más cercana con S. Ella siempre estuvo conmigo, con mechas incluídas y todo, pero siempre conmigo. Luego con la adolescencia ya un toque más asentada, retomamos contacto con G y los 4 nos vimos juntos de nuevo, en un mismo grupo de amigos de ahí en adelante, sintiéndonos amigos de verdad.

Y la vida post colegio nos llevó por caminos distintos, pero yo diría casi predecibles. Mientras tanto esta amistad, como por default y acuerdo a priori, siempre iba a permanecer entre nosotros a pesar del distanciamiento físico y/o emocional que pudiera darse. Sin embargo, en esta cosa complicada que es volverse adulto, la vida nos puso retos distintos a cada uno de nosotros que tuvimos que ir resolviendo de una manera u otra. En el caso de G y de ella identifico sus respectivos eventos de vida que de alguna manera les marcaron (o les están marcando) el inicio de ese proceso de autoexploración y desarrollo personal que todos debemos emprender. Pero en el caso de S veo una serie de eventos inconclusos, que no terminan de resolverse, que están abiertos hace rato. 

Tal vez eso en parte haya marcado esto que le llamo “la separación de pangea”, que es el alejamiento que hemos tomado cada uno de nosotros con respecto a S, y que marca una ruptura fuerte de lo que eramos, de lo que entendíamos de esta amistad casi eterna y natural. Cada uno por sus propios motivos y razones, pero que en conjunto apuntan a una misma conclusión: La amistad se pone en cuestionamiento cuando sobrepones tus inseguridades y aspiraciones, tu intento por avanzar y vivir tranquilo y feliz, tu necesidad de ser el eje de un grupo por encima de lo que realmente se trata la amistad… que es justamente apreciar, respetar y ser feliz de a de veras por el otro.

Espero, tal como me dice G, que esta separación dure lo que tenga que durar, y que eventualmente (ojala) se construya una especie de "Estrecho de Bering" entre nosotros que permita reestablecer ese puente que de verdad nos conecte nuevamente. Que permita el inicio de una nueva era (jaja, la más melodrama), en donde nos veamos los 4 juntos de nuevo sin huevadas ni reproches de por medio. Que nos veamos como nos alucinamos siempre: amigos viejos, unidos, felices, esos que siempre nos jactamos de ser y de haber sido desde tan pequeñitos. 


lunes, 2 de abril de 2012

Juan Herrera

A poco más de 3 meses luego de “el viaje”, por fin este post. Todo en el viaje empezó siendo un desastre. Gente que se indignaba porque sentía que tenía cierto derecho a que yo llevara en mi maleta cosas para terceras personas. Equivoqué la hora de vuelo y tuve que correr a la zona de embarque, dejar mi maleta en Lima y cero despedidas de película con mi madre, apenas un “te quiero, más tarde te llamo para decirte cómo me mandas la maleta”. Viajé sólo con equipaje de mano, en el que por cierto, la mayor parte de las cosas que traía eran encargos para terceros. Ni un calzón, apenas un par de polos, pasaporte, plata y mi estuche de cosméticos (qué hubiera sido de mí sin delineador, brillo de labios, rímel y rizador cuando me vio el amigo de B que viajaba el mismo día, misma hora, mismo vuelo a Madrid (se puede llamar a eso coincidencia?)). Afortunadamente una ex compañera de trabajo que viajaba la noche siguiente también a Madrid, trajo consigo mi maleta y no tuve que gastar más que lo que tocaba por sobrepeso. Vaya puta buena suerte, ya era hora!.

Luego de eso, pasar navidades con mi hermano, mi cuñada y dos de las mejores “cosas” de Madrid: mis sobrinas. Un mundito de ternura, miles de dibujos de la tía Frankie a lápiz, a colores, a acuarelas, a plumón. Mi historia improvisada sobre oír a papa Noel la nochebuena, recogerlas en la escuela, comer con ellas. Nuestra complicidad contrabandeando dulces. La inteligencia de Cami, la ternura de Lucía. Quiero ser mamá de una niña como ellas, algún día.

Y bueno, el punto obligado en la agenda: B . Le escribí proponiéndole tomarnos un café “amistoso” que escondía la intención de que se diera cuenta de una vez por todas de lo guapa que era con unos kilos menos y de que no podría vivir sin mí, no me importaba si para amarlo toda la vida o para poder darme el lujo de chotearlo yo, simplemente quería que nos veamos… y él me dijo que no. En realidad no me lo esperaba y estando en un pueblo a las afueras de Madrid, sin gente que me llevara a tomar una copa o algo, me dio el bajón. Compré un pasaje ida y vuelta a París para largarme de una vez del puto Madrid que vio nacer al puto B. Dormí aquella noche en el aeropuerto (dormí es un decir, porque me la pasé charlando con una española musulmana encantadora) y no fue sino hasta poco antes de embarcar que vi que había hecho mal el check in. Puto Ryan Air, putas máquinas impresoras descompuestas del aeropuerto, puto B, puta penalidad excesiva, puto cansancio por la desvelada, puto B, puto desgano, falta de ganas de reclamar, puto B. Perdí el vuelo sin ningún remordimiento, como si en realidad hubiera querido quedarme en Madrid.

Para mi fortuna (otra vez) aquella noche llegaba una amiga de Lima con un amigo de ella y la noche siguiente a esa salimos a bailar. Ella escogió el lugar y luego de ver pura gente “mayor” a la entrada de la disco, por poco le propongo buscar otro sitio. Pero no. Esa noche en la que ser una latina-medianamente guapa- que baila bien- la novedad del lugar, me podía haber permitido escoger al chico que quisiera, así, literal, al que quisiera (y no es arrogancia, es simplemente ser un elemento diferente que llama la atención por ser eso, diferente), esa noche en que técnicamente debía haber estado en París, lo conocí a él. Esa noche de diciembre, en que yo me acerqué a dos chicos, él fue el único que se acercó a mí. Me dio un antifaz verde que aún conservo y no quiso bailar, pero sí quiso quedarse conmigo a caminar o a lo que yo quisiera, y yo quise dormir con él. Cejas que le hacían mirada de jovencito, espaldas anchas, piernas lindas y –lo supe también aquella noche- culo espectacular. Eran sus feromonas, no sé. Esa noche rompió mis prejuicios sobre la rigidez de los europeos, me llevó orgullosísimo de la mano por las calles y, como si tuviera miedo de que lo rechazara, no fue sino hasta que estuvimos en su casa que me besó. Fue de las mejores noches de sexo que tuve. El viajó a Suiza unos días y yo a Barcelona, era lo que tocaba en mi agenda.



Cuando nos volvimos a ver unos días después, él quiso darme un beso, yo le puse la mejilla. No sabía cómo manejar a un “one night boyfriend”, menos todavía en una next night. Le pedí que me coquetee un poco. Me llevó a beber la cerveza más rica del mundo. Otra vez su casa. Otra vez sexo. Un beso en cada semáforo en rojo. El Escorial, donde nos tomamos aquella foto, la foto en la que luego de mucho tiempo, me vi contenta, amorosa con un completo desconocido, ilusionada aunque fueran un par de días, aunque me mostrara indiferente, aunque supiera que antes de que tuviera que volver a Lima y a pesar de su “no te vayas” (de España) mientras lo hacíamos, yo para él era un elemento incidental, pero sabiendo bien que aunque no iba a enamorarse de mí, él me había hecho recordar el amor adolescente, lo lindo de sentir que alguien estaba orgulloso de andar conmigo por la calle, alguien con quien me sentía muy cómoda haciéndolo, alguien que se despertaba a media noche, me acariciaba y volvía a dormirse. Alguien que dormía sin antifaces, que soñaba sin antifaces. Alguien a quien le dije, saliendo una mañana de su casa y con 0 grados “uff, lo que uno tiene que aguantar para follar”, sabiendo bien que hubiera aguantado 50° bajo cero por parirle a sus hijos, jaja. Yo vi esa foto y me vi, como no me había visto en nunca en las pocas fotos con B. Ahora había vuelto a ser yo.

Nunca sabrás lo que realmente significaste en mi vida, Juan Herrera, aunque te lo haya explicado un poco por skype. Nunca sabrás cómo me desahuevaste de un amor tóxico, cómo me devolviste el autoestima no por lo guapo que eres, sino por lo cómoda que me hiciste sentir. Ni sabrás cuánto me jode, aunque no esté para nada enamorada de ti, no haber podido quedarme unas semanas más en España para conquistarte o decepcionarme, para saber “qué hubiera sido si…” .

Te lo escribí antes de partir: lo mejor del viaje fuiste tú.

sábado, 24 de marzo de 2012

Apuntes y recomendaciones para tonear sola en una disco

(Aparte de las relacionadas con la seguridad):

1. Prescrito para mujeres que quieren subir su autoestima: ir a lugares donde las chicas no son tan lindas o no se arreglan tanto para salir, te hace automáticamente la tuerta en el país de los ciegos.

2. No es recomendable ir a discotecas donde haya mucho chibolo, primero porque te vas a sentir la más tía del mundo, la que desencaja sentada en la barra con una twist off y no con una jarra y –mínimo- un acompañante varón que te la sirva, porque allí los huevos que tengas para salir sola no van a ser valorados sino que serás simplemente “rara”. Seguramente pensarán que te dejaron plantada o que eres pepera o puta (véase punto 4) . Y segundo porque, por si no lo recordabas, los chibolos le dan mil vueltas y se la piensan dos mil veces antes de acercarse. Te van a mirar impresionados, sí, porque probablemente tienes los tacos más altos que han visto en sus vidas, mucho más altos que los taco 9 en los que sus mozuelas de turno se esfuerzan por equilibrarse, porque la adolescencia hace rato pasó por ti y no tienes los granillos que ellas sí, y porque los años te han enseñado a esconder mejor los rollitos y a combinar mejor la ropa. Te van a mirar impresionados, que no es lo mismo que mirarte con real admiración.

3. Cuando te desplaces por la calle buscando otra discoteca con mejor música o chicos medianamente guapos y decidas responder “gracias, gracias” a un cuerito que te dice “no sé mis amigos, pero yo pienso que eres guapísima”, cuídate de fijarte bien dónde pisas, no vaya a ser que trastabilles y escuches un “no te pongas nerviosa, flaca”.

4. Asegúrate, antes de comprar ese paquete de cigarros al 200% del precio habitual, que dentro de la discoteca se puede fumar.

5. No vayas a un lugar que sea famoso por ser visitado por putas. Hablo de las putas de a deveras, porque si hiciste caso al punto 1 y te fuiste regia, corres el riesgo de cuando estés parada cerca a la pista de baile bebiendo tu segunda chelita de la noche y luego de haber choteado las invitaciones a bailar de varios incautos que no sabían que estabas entretenidísima haciéndote un mapa mental de la situación, se te acerque algún idiota picado diciéndote “flaca, no te ofendas, pero ya pues, cómo es?”.

6. Ten siempre un trago o tu celular a la mano facebookeando (o aparentando hacerlo), eso te evitará momentos incómodos sin saber exactamente qué hacer.

7. Bebe, pero no bebas demasiado, sólo lo suficiente para cumplir con el punto 5, de forma que mantengas la lucidez necesaria para decirle al chico del punto 4, con cara de absoluto sarcasmo y, por qué no, con cara de puta, que sé que te puede parecer muy, muuuy extraño, pero no a todas las mujeres les tienes que pagar para tener sexo contigo y agregar, por si acasito no más, por si su cara de rotundo imbécil hace honor a su capacidad mental, que no, no soy puta.

8. Sé que muchas chicas creen en eso de sacar a los chicos a bailar, a mí me cuesta porque tengo mucha menos experiencia que los chibolos del punto 2 y tengo, sobre todo, fobia al rechazo, es más, tengo fobia a la posibilidad del rechazo, así que puedes aplicar alguna de las escasas técnicas que te puedo recomendar si no quieres usar las técnicas “haciendo ojitos” “moviéndote animadamente hasta que noten que quieres bailar” “bailando solita hasta que alguien clave su báculo sagrado tu cerro Huanacaure y se autoproclame tu Manco Cápac de la noche, o bueno, de la canción al menos:

A. La táctica Jack (en honor al primer sujeto con quien se ensayó): tantear el terreno. La maniobra más usada es pasar por su ladito mientras baila (para que no piense que te le acercas por lo guapo que es, sino por lo bien que baila), te acercas como quien quiere decirle algo al oído (tampoco es que haya otra forma de decir las cosas en una disco) y le das el mensaje, expectorado con una brevedad estratégica de no más de 3 segundos, lo suficientemente corta como para no incomodarlo a él y sobre todo a su partner (a nadie le gusta andar con arañones en la cara) y cargas tu mensaje de la efectividad que tienen las frases de publicidad. “Después vas a bailar conmigo”. Enunciativo, imperativo, corto, preciso, provocador…. Y juash, huyes entre la multitud. La pelota está en su cancha, así que si quiere luego te busca y si no, nadie se enteró de lo que le dijiste, al menos no tiene cómo probarlo. Veces ejecutadas: 03. Efectividad: 100%.

B. La táctica “im sexy and i know it” (sólo para quienes realmente van al tono a bailar): Ya te sacó a bailar pero lo choteaste. Lo viste bailar y te estás arrepintiendo. Aquí no hay pierde, sabes que le has gustado y hay una sola cosa que evitaría que te dé el “sí”: su orgullo herido. Cuando sucede esto, puedes sonreír tiernamente y decir algo como “me encanta que tengas el autoestima como se debe” pronunciada con una media sonrisa (esta frase aún no ha sido probada, así que no garantizo resultados) y sales airosa… bueno, hay en realidad dos cosas que pueden evitar que te de un sí post choteada: su orgullo herido o ser ex compañero de chamba del sujeto del punto 4 y que viera lo mal que lo trataste, y que note que ahora sólo lo sacas para cagar al otro. En ese caso un par de palabritas explicando que te ofendió y listo, atracó. Veces ejecutadas: 02. Efectividad: 100%.

C. La táctica “bailas lindo”. Ya no está en la pista de baile pero sí hay multitud y su ubicación está camino al baño, que es tu supuesto objetivo final. Le dices que lo viste bailar, que lo hace lindo y que “luego, cuando pongan otra salsa, tenemos que bailar, ah” Al rato y con el terreno estudiado, si aún no te ha sacado, lo sacas tú diciéndole “oye, jamás llegamos a bailar”, total, ya le has subido el autoestima ( y cómo les encanta eso!!!) y tú tampoco estás tan mal. Veces ejecutadas: 02. Efectividad: 100%.

D. La táctica “Puro azar” (O sea, en realidad no es táctica). Pasaste con cara de “no me interesa nada ni nadie acá” por entre la gente, pero con tu vista panorámica desarrollada tras años y años de chismes femeninos tipo “ves a la chica de rojo? Sí, esa, pero no mires. La viste?” y no sabes si fueron los dos rones y una cerveza que llevas en la sangre o si realmente hay por allí un chico guapetón (bueno, al menos de lo más decente del sitio). Te sentaste junto a la barra y ahora que lo piensas tampoco sabes si era que el chico medianamente guapetón (sí, ya no lo ves tan guapo) estaba por allí o si se acercó por ti; él se pone a tu lado y te hace un chin con su vaso de quién sabe qué en tu botella de cerveza que cada vez está más caliente, un chin como los chines que te hicieron otros dos chicos, un chin chin, ven a bailar, chin chin, por nuestra felicidad que tú sólo coronas con un “¿y tú, no bailas?. No hay pierde, no lo hay. Si luego de bailar pegadito te dice que tiene 22 años, no culpes a la técnica ni a él; eres tú, que te vas haciendo una cougar. Veces ejecutadas: 01. Efectividad: 100%.

Y si te diviertes alucinando a la gente que baila a tu lado, si practicas esa sana afición al lado de tu pareja de baile que además tiene 22 años (¿ya lo había dicho?), no te cortes cuando le señales a un gay bailando desenfrenadamente y te diga “es mi hermano”. Dile “pues sí que está contento eh!” con tu mejor y más coqueta sonrisa y termina de comprártelo luego con un “perdona eh, pero tú eres muchísimo más guapo que tu hermano”, que tomará de la mejor manera. Los chicos de 22 no se toman casi nada a mal, ellos son felices no sólo porque es la edad de la felicidad, sino porque su poca experiencia no les permite imaginar los miles de contextos y significaciones que puede darle uno a las palabras… o quizá porque están acostumbrados a las miles de tonterías que dicen chicas como las que fuimos nosotras a nuestros 22.