martes, 24 de marzo de 2015

Mi querido "primer" ex

Hace unos días me enteré, vía Face, que mi ex va a ser papá... P-A-P-Á!!! y me cayó como un balde de agua fría; a pesar de alegrarme al ver su foto en la que se le ve tan feliz abrazando la pancita de su enamorada, sentí una especie de escalofríos, de ésos que sientes, a falta de un mejor ejemplo, cuando sabes que alguien va a terminar contigo.

Luego de verlo cambiar de foto de perfil constantemente durante los últimos años, meses incluso, con chicas siempre distintas y jurándole siempre, también, amor eterno a cada una de ellas, definitivamente esto no lo veía venir.

No me malinterpreten, no es que mi subconsciente todavía quiera algo con este chico, no, eso lo tengo súper claro. Lo nuestro acabó hace mucho, y bien acabado además. Pero igual he estado pensando: por qué este sentimiento tan extraño?!

Tras darle muchas vueltas, analizándome, creo entender a qué se debe tanto impacto, y he llegado a dos razones fundamentales:
- La primera es que mi entorno está cambiando demasiado rápido y esto está empezando a afectarme. Mi Face está ahora lleno de matrimonios y bebés, y primeros días de clase y más bebés. Y yo, aunque estoy casada, aún no tengo hijitos y, si bien sé que vendrán cuando Dios quiera, no puedo evitar sentir cierta presión social. No debería, lo sé, pero la verdad es que la siento.
- La segunda es que ahora él también será papá T_T... Él, al que hasta hace solo unos días seguía viendo como el chico despreocupado que fue en la secundaria. Claro, como todos, él también ha cambiado. 

Y esta segunda razón se ve complementada por el hecho de que él no es un chico cualquiera. Este chico fue... mi primer amor (y dicen que ése nunca se olvida, no?). Mi primer amor adolescente, bastante torpe, pero muy profundo para nuestra edad. Él, todo tonto "yo-no-soy-posero-de-verdad-soy-así-de-chévere" y guapo; y yo, más adolescente que en toda mi adolescencia, pensando "nica-me-va-a-dar-bola-ignoraré-que-es-un-posero-porque-me-gusta".

Y es que él no fue mi primer beso, pero fue mi primer beso increíblemente tierno (esperadísimo, además) lleno de ilusión y mariposas volando como locas por todos lados. Él no fue mi primer enamorado (en realidad, nunca lo fuimos oficialmente), pero estuvimos juntos en nuestra extraña y cambiante relación por dos años si no es que fueron más. Él no fue mi primera vez, pero con él viví esos primeros intentos de... algo que ninguno de los dos había hecho en ese entonces. 

Él representa, definitivamente, un momento de cambios en mi vida: mi primera ilusión, mis primeros nervios, mis primeras lágrimas. Mis primeras inseguridades, mis primeras excusas en casa, mi primer verano ridícula y totalmente embobada.

Y ahora que sé que será papá caigo en la cuenta, una vez más y de manera contundente, que han pasado muchos años ya aunque no parezca, que él siguió su rumbo y yo el mío, y que yo soy muy feliz y que realmente espero que él también lo sea.

Sí, pronto terminaré de asimilar tanto cambio y le daré like a todo, pronto, pero aún no es momento.


lunes, 9 de marzo de 2015

Mi casita del árbol

Hace algunos años que empecé a viajar mucho, muchísimo. Pero en vez de escribir sobre las maravillas vislumbradas, las gentes conocidas y los lugares “super chingones” en que he osado poner mis maltratadas piernas, quiero escribir sobre lo que se me fue quedando en el camino. Resulta que a la fecha, lo único seguro que tengo en la vida es el próximo aeropuerto de la ciudad de turno por la que me toque transitar. No sé cómo es que mis amigos todavía me hablan si en los últimos años he perdido los acontecimientos socialmente más importantes en la vida de los mortales, dícese, cumpleaños treintañeros, bodas, bautizos, funerales, ascensos, despidos, renuncias laborales dignas de celebración, protestas medioambientales, laborales, homosexuales, feministas, entre otros acontecimientos que hubieran sido realzados por mi magnánima asistencia (ok, nadie notó mi ausencia pero igual duele!). Peor aún, cada vez que regreso a Lima, y a pesar de saberme en casa, siento que estoy más lejos de personas cuya compañía en algún punto de la década pasada era como el pan de cada día para mí. Nada de qué hablar, ningún interés compartido y silencios incómodos que se llenan con ceviche y alcohol. A diferencia de Matilda, no he conocido aún la satisfacción de hacer planes para el futuro, mucho menos de hacerlos de a dos. Me alegra por ella y me enorgullece ver toda la sabiduría que ha acumulado con sufrimiento y a patadas. También me da curiosidad, aunque una curiosidad muy maricona, debo admitir. Lo único de a dos que hago por ahora son las trenzas que llevo para salir al campo, que al final desato porque me quedan horribles. También es verdad eso de que conviene ir mirando cómo nos van saliendo las cosas, yo no sé si lo que hago fue lo que quería estar haciendo a esta edad. Los detalles, por otra parte, me mantienen entretenida J.
Es cierto que ahora que estoy en México, extraño menos Lima y a sus habitantes. Sin embargo, hay algo que siempre, siempre añoro dónde sea que me encuentre. El espacio tan nuestro que supimos construir a trancazos, durante más de diez años. No he vuelto a encontrar tanta complicidad y tanta certeza de pertenencia porque para encontrarlo, habría que empezar todo de nuevo, coincidir en un sitio, tener tiempo, tener ganas y todo eso yo ya no lo tengo.
Nunca construí casitas en los árboles como hacen los chicos en las películas, no tengo diarios ni fotos y no soy de las chicas que guardan las cosas importantes en una cajita de recuerdos. En suma, carezco de hogar, de recuerdos cuidadosamente almacenados, novios amorosos, ex novios problemáticos o hijos hambrientos que esperen a que vuelva a la casa. Sin embargo, y aquí es donde se pone bueno: las tengo a ustedes, aunque sea un poquito y aunque cada vez menos. Ustedes, mujeres, son mi casita del árbol. Digamos que son mi equivalente del barrio porteño evocado por la nostalgia tanguera. A ustedes les dedico las rancheras que grito en Garibaldi (porque lo que yo hago no es cantar, como bien recordará Mariana).Todo esto porque al final ustedes cuatro son mi amor más viejo.

Ya cansada y con frío, medio escondida en la esquina de un hotel chiapaneco les confieso que mi plan a largo plazo es mantenerlas siempre cerquita de mí, eso y garantizarle una vejez digna a mi gata, que se lo merece la pobre.

Hola. Estoy cansada y las quiero mucho!

Estaba pensando en lo mucho que extrañaba leerlas por aquí. Tal vez escribiendo algo yo reanime su gustito por escribirnos. Hay que cuidar este blog y aprovecharlo :)

Más o menos he visto que no he escrito desde hace aprox un año tirando para dos... y si se ponen a pensar con detenimiento, es bien loco todo lo que nos ha venido pasando en este tiempo a cada una. Debo decir que hacia mis 20s pensaba que llegar a los 30s iba a ser como llegar a una especie de meseta, en donde no iban a venir muchas novedades sino más bien recurrencias. Y debo decir que, gratamente, veo que por ahi no iba nica. Cada una ha tenido que afrontar nuevos cambios, nuevos retos, nuevas personas en nuestras vidas, nuevas alegrías. Y claro, nuevas preocupaciones, nuevos cansancios, nuevas tristezas.

Y es jodido darse cuenta que:

Las tristezas que nos agarran de más viejas, duelen distinto pero terminan doliendo más fuerte, más profundo. Será que siendo más chibola, una piensa que son los primeros "dolores" por las que naturalmente tenemos que pasar, y que nos faltan pasar por muchos más. Pero ya siendo más vieja, piensas que ya te conocías todos los dolores posibles, y por eso nos agarra más desprevenidas.

La amistad terminaba pareciéndose mucho al amor de pareja. Procuras cuidar, respetar, comprender. Pero a veces no tenemos toda la paciencia y la cagamos un poco. O también, claro que sí y más de una vez, la cagamos maleado. Hay rupturas que parecen quedar para siempre (mis rupturas amicales en los últimos años me han dolido jodido, aun me duelen), y hay otras que permiten redimensionar el amor/amistad que tenías con esa persona. En el caso de uds., mis mujercitas, tengan clarísimo que siempre de los siempre voy a procurar cuidarlas y quererlas tal como sé que siempre procurarán hacerlo conmigo.

No sé uds., pero mi concepción de las prioridades en la vida van poco a poco volviéndose más simples. Más orgánicas. Ya sé que tampoco es que yo haya sido ufff la chica de las mil ambiciones en la vida pues no? jeje, pero hace unos años no muy lejanos pensaba en que nicagando me veía haciendo una vida o fuera de Lima, o fuera de la línea profesional en la que he sido formada. Menos hacerlo por J, si en caso a él se le ofreciera una oportunidad que implicara moverme hacia alguno de estos nuevos escenarios. Pero me vi ayer pensando con él: oye, hay que ver en qué invertimos nuestro dinero en los próximos años... porque no siempre vamos a ser empleados de alguien. Ver sus ojos de sorpresa ante mi nueva postura, me hizo dar cuenta de que me he ido flexibilizando.

Creo que esta última reflexión me viene por el lado de la preocupación de iniciar una familia. Con J, de a dos. Y si la vida me lo permite, con hijos(as) incluidos. Si pes, me hace ilusión organizar una vida compartida, una vida sana, aspiracionalmente feliz! Y cada vez me doy de cara con esta idea de que la vida se nos termina pasando muy rápido, y si no nos detenemos en disfrutarla de a de veras, nos va a pesar tarde o temprano. Por ejemplo, las personas a tu alrededor, tu familia, tus amigos, pueden irse de pronto. Pueden morir, pueden mudarse, pueden no crecer contigo. Y cuando te das cuenta de que hay elementos que no puedes controlar, es cuando aprendes a valorar el tiempo con estas personas que dabas por sentado en tu vida, en tu día a día.

Y esto de apreciar al tiempo es complicadísimo en un contexto en donde vemos cada vez más a mamás, esposas, que se sacan la mugre chambeando y prácticamente no pueden ver a su familia, y se matan haciendo mil pericias para poder con todo a la vez. Claro que eso responde también a que nuestra ciudad no nos apoya, el sistema laboral tampoco, y todo el contexto es siempre mierdoso con las mujeres.

Los últimos años han sido sumamente retadores. Por varios motivos. Esperemos tener siempre la sabiduría de detenernos, de respirar, de contemplar y preguntarnos siempre si así queríamos que nos venga la vida. En líneas generales sé que todas nos vamos a responder que claro que sí. Pero hay que preguntarnos por los detalles, esos que a la primera no reparamos o que nos da pereza de mirar con especificidad.