martes, 25 de enero de 2011

No creo en el más allá

El otro día tuve una de esas conversaciones retóricas filosofantes que hacía tanto que no tenía. Y entre los distintos temas que salieron, como por ejemplo: la creación del universo, la evolución del hombre, la fe y la consecuente creación de las religiones, la racionalización de que todo tiene un origen (cuando tal vez nunca hay inicio/fin, sino solo un ciclo que se repite una y otra vez), entre otros... salio este que fue el que me tocó un poco más: ¿qué pasará cuando me muera?

Y caí en cuenta que, a mis ahora 27 años, considero -con bastante convicción y con una tranquilidad que me sorprende- que cuando yo muera, no habrá más que contar o decir. Moriré ahi y se acabó la historia. Mentira eso del túnel, y la luz, y la resurección. Mentira eso de que te estancas en el purgatorio si tuviste deudas que saldar en tu vida anterior. Mentira eso de que existan almas en pena, que establecen contacto con los vivos, que se quedan por ahi rondando en donde murió porque no supo a dónde más ir.

Lo que comunmente se consideran fantasmas deben ser solamente restos de energía que se concentraron en un lugar de manera tan fuerte, que quedan como especie de ecos que solo algunos pueden percibir. Pero no es que el alma en sí misma "esté ahi", como un gas extraño en una dimensión supranatural que no encuentra la escapatoria para salir y ser verdaderamente libre. Son meras cuestiones físicas, restos de lo que alguna vez existió y que, sea por el calor, la activación celular, o lo que sea, permanece como reminiscencias de lo que alguna vez fue, y ya no está presente. Además, eso de la libertad asi nomás no llega a adquirirse estando en vida, peor entonces cuando nos muramos! no nos hagamos los tarugos.

Y creo que esta lógica aplica bien con lo que el hombre y la mujer experimentan en sus relaciones. Aparecen de cuándo en cuándo los famosos "fantasmas", y alucinamos que ahi aun está vivo, de alguna manera. Que el alma en pena de tu ex, por ejemplo, sigue viviendo en los mismos lugares, con la misma intensidad, porque se rehusa a morir. Mentira pues! mentira total. Lo que muere, muerto está. Y lo que queda son las interpretaciones que nosotros le damos a las cosas porque nos rehusamos a dejar morir cualquier tipo de cosa viviente... sea una relación, sea una experiencia, hay tantas cosas vivientes más allá de lo meramente tangible. Nosotros, por nuestra condición humana, vamos a racionalizar todo, absolutamente todo. Y aquello que ya no tenga respuesta racional, le otorgamos un matiz intuitivo, coronado por nuestra fe en "algo superior" y por nuestro temor a la no existencia. Creo que es bueno que nos atrevamos un tanto a ir en contra de nuestro sesgo, y empecemos a considerar este tipo de opciones.

Ser consciente de esta supongo reciente convicción (hasta hace algunos años sí guardaba la posibilidad de que la resurección exista), me ha dado una tranquilidad extraña. Que de hecho tendré que aprender a repensar y asimilar mientras más años me pasen por encima. Pero que está ahi, ya instaurada, y que me hace caer en cuenta, con mayor fuerza, de que todo lo que haga y sea hoy, como Matilda, debe merecer la pena y debe ser evidencia de que mi paz y felicidad vivió conmigo hasta que mi corazón dejó de latir. No segundas oportunidades, no karmas para mi futura vida. Solo Matilda la que en vida fue y dejó de ser.

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