jueves, 19 de noviembre de 2015

La vida de a uno con otro

Hay cosas tontas que una se da cuenta cuando empieza a vivir por su cuenta.
Por ejemplo darte cuenta a esta edad recién la cantidad total de basura que generas en una semana, y empezar a reciclar cuando en tu casa jamás se hacia eso. Los cabellos en total que se te caen porque los ves en cada maldito metro cuadrado del suelo. Y nunca se van. Las bolsas carajo! Las miles de bolsas plasticas que te dan para cualquier cosa y no sabes qué más hacer con ellas. Lo rápido que se pasa una semana. Lo fácil que te engries, para ser tremenda viejonaza te agarra a ratos una regresión jodida de berrinche con pataleta incluida, si estabas demasiado cansada.

Es raro porque empiezas a entender que todo lo que agarres, muevas, digas, pongas o quites, esta 100% bajo tu control y responsabilidad. Y así, tienes que aprender a dejarte de huevadas y convivir en paz. Aprender a respetar los ritmos, las formas, los rituales del otro. Los que ya sabias que existian, pero que ahora viven 24/7 contigo.

A la vez, aprendes nuevas formas de comunicación. Gruñidos de desaprobación, idiomas raros sin sentido pero con todo el sentido del mundo (pipa pupi). Una mano en tu cintura o en tu nalga al dormir y sentir harta paz y calma, como si fuera un abrazo. Signos de equidad espontáneos que te reconfortan, como ver los platos lavados, desayunos listos. Un dia tu, el otro dia él.

Qué suerte pasar todo esto con tu mejor amigo. Creo que más allá del amor que empieza a dimensionarse distinto, lo que más he sentido en estos casi cinco meses, es que la paso de puta madre con él. Vivir con alguien es fácil si son los mejores juntos. Si realmente se cagan de risa juntos. Creo que en eso se resume todo: las risas al final de cada día hacen que todo haya valido la pena.

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